La filosofía clásica ya nos decía que la única manera de que los individuos y las sociedades alcancen la plenitud consiste en vivir «de acuerdo con la naturaleza». A lo largo de la Historia, el hombre ha observado atentamente a la naturaleza y se ha inspirado en ella para mejorar sus condiciones de vida y hacer más fácil su subsistencia. No se trataba de imitar estrictamente a la naturaleza (lo que estaría más próximo a la llamada biomímesis), sino de observar sus principios, movimientos y leyes para tratar de adaptarlos a las necesidades humanas. A raíz de la Revolución Industrial, sin embargo, la naturaleza perdió buena parte de su atractivo como referente para las actividades humanas y se inició un nuevo modelo de producción basado en los avances tecnológicos y en una desmesurada explotación de los recursos naturales. Ahora, la crisis medioambiental parece haber recuperado el interés en la naturaleza como fuente de inspiración para la creación humana. En este sentido, el biodiseño es una de las manifestaciones más pujantes dentro de esta tendencia.
La naturaleza como guía para biodiseño
La inspiración en la naturaleza para diseñar productos nació con el ser humano. Cuando Leonardo da Vinci observaba el movimiento de las alas de los murciélagos para crear los bocetos de sus artefactos voladores, estaba prefigurando las bases del biodiseño.
Algunos especialistas afirman que la naturaleza es la mayor base de datos que pueda existir. ¡Y está a disposición del ser humano! En ella nada ocurre por casualidad. El medio natural utiliza con eficiencia sus recursos y los recicla para volver a aprovecharlos. Nada se desperdicia y todo retorna en un ciclo continuo. En palabras de Copérnico: «La naturaleza no hace nada superfluo, nada inútil y sabe sacar múltiples efectos de una sola causa».
La lógica de la eficiencia de la que hace gala la madre naturaleza le permite hacer más con menos. Esa es, precisamente, la premisa en la que se fundamenta la nueva corriente circular que se extiende por el mundo y de la que el biodiseño es un claro exponente. Según la Fundación Ellen MacArthur, los principios básicos de la economía circular aplicados al diseño de productos son:
- Diseñar sin generar residuos ni contaminación.
- Lograr que los productos y materiales puedan reutilizarse una y otra vez para mantenerlos en el ciclo productivo.
- Encontrar un sistema productivo que permita regenerar los sistemas naturales.
Qué es el biodiseño
El objetivo principal del biodiseño es desarrollar proyectos inspirados en la naturaleza y apostar por modelos más limpios y sostenibles a lo largo de todo el ciclo de vida de un producto. Se trata, en definitiva, de hacer benchmarking con la naturaleza y aprender de las formas en que se autogestiona para el aprovechamiento de sus propios recursos. El biodiseño tiene como meta comprender los equilibrios y patrones naturales para aplicarlos a nuevos procesos y materiales; generar una escuela de diseño más circular donde todo se aproveche y nada se deseche.
Ventajas del biodiseño
El biodiseño aspira a lograr una mayor sostenibilidad. Esto se genera gracias a que necesita menos materiales y materias primas para sus procesos de fabricación, alcanzado mayores niveles de eficiencia con un consumo de energía menor que los procesos de producción convencionales.
Mientras que el diseño común se centra en conseguir soluciones a problemas o necesidades, el biodiseño hace lo mismo, pero tratando, al mismo tiempo, de aumentar la vida útil de los productos. Esto es mejorar sus funcionalidades, reducir su coste, ahorrar recursos naturales y reducir desechos. El reto es evidente: reducir la huella ecológica de lo que se diseña y produce, manteniendo la funcionalidad para la que inicialmente fue concebido el producto y asegurando también el beneficio para productores y usuarios.
Biodiseño en el universo envases
En el terreno de los envases y los residuos, el biodiseño explora nuevos materiales y soluciones que puedan dar respuesta a los grandes desafíos que se presentan, especialmente en el ámbito alimentario. Se busca un diseño biológico de envase que abarque todo el ciclo de vida del producto y que se base en estructuras y procesos naturales para así comportarse como lo haría la naturaleza: almacenando y convirtiendo energía, produciendo oxígeno, neutralizando sustancias tóxicas y eliminando desechos del modo más limpio y eficaz posible.
Ejemplos
Aunque las perspectivas de crecimiento del biodiseño conviene situarlas a medio y largo plazo, ya existen ejemplos de logros conseguidos a raíz de la fusión entre diseño y biología. En el campo de los envases de alimentos, por ejemplo, ya encontramos un biopackaging comestible fabricado a partir de proteínas, carbohidratos, lípidos y otros componentes comestibles y provenientes de fuentes renovables.
Uno de los materiales con los que más se está explorando en este campo son los micelios o ‘parte oculta’ (raíces) de los hongos. Sus aplicaciones incluyen el diseño de envases y aislantes, diseños para el reciclaje y para la industria biotextil. Una versatilidad que le ha granjeado el apelativo de «el material del futuro», ya que crece rápidamente, tiene una fácil manipulación y es biodegradable. A estas propiedades hay que añadir también su bajo coste y la ausencia de barreras de producción – se puede comenzar rápidamente una producción con los diferentes kits de cultivo y fabricación que ya están en el mercado–.
Futuro del diseño ecológico
No hay dudas respecto a que el biodiseño se presenta como una vía clave a la hora de combatir la crisis climática, ya que su finalidad es crear objetos para ser cuidados, reutilizados y conservados. De hecho, en el futuro podríamos asistir al surgimiento de una nueva generación de productos que no solo se comporten como un organismo, sino que sean un organismo en sí mismos. Un campo emergente y complejo que, sin embargo, deja todavía muchos interrogantes por resolver y cuyo avance deberá ir acompañado de desarrollos en los ámbitos ético, social, cultural y tecnológico.