Así es el mundo de las ecoetiquetas

Hemos hablado de los diferentes tipos de etiquetas y envases como las etiquetas inteligentes, los envases activos, hoy nos centramos en las ecoetiquetas, que son otro tipo de marcado en los envases que compramos en el día a día.

Desde que en 1992 se creó la primera Etiqueta Ecológica Europea, las ecoetiquetas han poblado los estantes de los supermercados del continente. Hoy este etiquetado ecológico está presente en una amplia variedad de envases, aportando transparencia al mercado con información acerca de las derivadas ambientales de los productos que contienen. Sin embargo, las ecoetiquetas también presentan desafíos, como la dificultad para distinguirlas ante el excesivo número de ecoetiquetas existentes en el mercado. En este artículo intentaremos aportar algo de luz a este entorno del etiquetado sostenible. El etiquetado está regulado por el Reglamento (UE) nº 1169/2011 del Parlamento Europeo

 

¿Qué son las ecoetiquetas?

 

El objetivo de aquella primera Etiqueta Ecológica Europea fue “promover productos que pueden reducir los efectos ambientales adversos, en comparación con otros productos de su misma categoría”. Con la medida se perseguía orientar a los consumidores con información exacta y de base científica sobre aquellos productos que contribuían a la protección del medio ambiente.

 

En la actualidad, las ecoetiquetas pueden utilizarse en todos los estados miembros de la Unión Europea, además de en Noruega, Islandia y Liechtenstein. Además, son compatibles con otros sistemas de etiquetado nacionales o autonómicos y su funcionamiento está regulado por el Parlamento Europeo, que establece organismos competentes en cada Estado para su tramitación.

 

 

Función de las ecoetiquetas

 

En la búsqueda de un consumo cada vez más sostenible, el interés y la sensibilidad de los consumidores por conocer las características ambientales de los productos no deja de crecer. Así mismo la tendencia hacia un packaging sostenible ya es un hecho. Una reciente encuesta de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) refleja que el 88% de los consumidores considera útil que los productos ofrezcan información medioambiental, mientras que un 63% manifiesta su preferencia por la compra de productos con etiqueta medioambiental. Incluso un 44% afirma estar dispuesto a pagar más por productos sostenibles.

 

Estos datos ponen de manifiesto que, tanto las empresas fabricantes como los proveedores necesitan incrementar sus esfuerzos para dotar al consumidor de información que acredite el impacto ambiental de sus productos. Para ello, deben incluir en sus envases y productos identificadores claros que hagan llegar al consumidor las ventajas medioambientales de los mismos. Y las ecoetiquetas son las encargadas de cumplir con ese cometido.

 

A efectos del consumidor individual, el sector de alimentación es el que demanda una mayor información. El problema radica en que en la actualidad existen más de 450 ecoetiquetas, lo cual supone a menudo un problema para su comprensión por parte de los consumidores. La UE ya trabaja para que en 2024 se pueda lograr un ecoetiquetado sostenible y de más ágil acceso al público en general.

 

Tipos de etiquetas ecológicas

 

Existen distintos tipos de ecoetiquetas. Estas son las principales:

 

Ecoetiqueta tipo 1

Se basan en sistemas voluntarios de calificación ambiental, como los procedentes de agricultura ecológica, e identifican aquellos productos con menor impacto en el medio ambiente. Se rigen por la norma ISO 14024 e incluyen Ecolabel, la Etiqueta Ecológica de la Unión Europea o la Hoja Verde –que informa a los consumidores de los productos ecológicos y permite a los agricultores comercializarlos en todos los países de la UE–, Ángel Azul (Alemania) o AENOR Medio Ambiente (España), entre otras. A este tipo pertenece también la etiqueta energética, que informa de la eficiencia energética de los productos.

 

Ecoetiquetas semi-tipo 1

Dentro de las ecoetiquetas tipo 1 están estas. Suelen pertenecer a organizaciones sociales, asociaciones sectoriales, agrupaciones de empresas fabricantes, etc., cuyo principal objetivo es conseguir que la mayor cantidad de productos posible se certifiquen bajo su sistema. Ejemplos de este tipo son, entre otras, las etiquetas de pesca sostenible o las FSC, que certifican que la manera en que se gestiona el bosque preserva y protege la biodiversidad del entorno.

 

Ecoetiqueta tipo 2

En este caso es la propia empresa, por medio de las conocidas como “autodeclaraciones”, la que certifica el desempeño ambiental de los productos, sin validación de un tercero imparcial. Se rigen por la Norma ISO 14021 y por las normativas relativas a aspectos ambientales y los productos ecológicos de cada país. Son ejemplos de estas ecoetiquetas aquellas que indican que un producto es reciclable, biodegradable o compostable.

 

Ecoetiqueta tipo 3

Regidas por la Norma ISO 14025, requieren de una verificación de un organismo imparcial. Tienen en cuenta factores como los flujos de material, energía, residuos, emisiones y vertidos generados tanto en la producción como en la cadena de suministro de los productos. Indican las emisiones de CO2, su coste energético y consumo de agua en su fabricación. Están vinculadas con conceptos como la Declaraciones Ambientales de Producto (DAP), el ciclo de vida o la huella de carbono del producto.

 

¿Qué es Ecolabel y para qué sirve?

 

Creada en 1992, la Etiqueta Ecológica Europea (o Ecolabel) es una ecoetiqueta Tipo 1. Uno de los instrumentos incluidos en el Plan de Acción de Producción y Consumo Sostenible y Política Industrial Sostenible de la UE y cuenta con el respaldo de las autoridades ambientales de la UE y de los Estados Miembros. Es de carácter voluntario y sus objetivos principales son:

 

  • Atender la cada vez mayor exigencia por parte de los consumidores de información exacta y fiable y con base científica sobre el comportamiento ambiental de los productos etiquetados.
  • Aumentar la concienciación medioambiental y crear un entorno favorable al mercado ecológico y una mayor fiabilidad.

Crear nuevas formas de optimizar los productos y procesos de producción y abrir las puertas a nuevas oportunidades comerciales.
 

 

Información que las ecoetiquetas proporcionan al consumidor

 

En principio, las ecoetiquetas de tipo 1 y de tipo 3 son las que presentan mayor garantía y fiabilidad para los consumidores. En particular, las de tipo 1 son especialmente ilustrativas al ofrecer la información de forma más asequible al consumidor no experto en la materia. Aunque tengan carácter voluntario, están certificadas por organismos en base a criterios ambientales y requisitos funcionales que son revisados periódicamente.

 

ecoetiqueta

 

Ecoetiquetas y transparencia

 

El ecoetioquetado también presenta algunas zonas oscuras. La citada encuesta de la Organización de Consumidores y Usuarios señala, por ejemplo, que solo el 5% de las personas reconocen estar bien informadas de los requisitos necesarios para que un producto pueda considerarse “verde”. Además, un 72% admite no saber distinguir entre etiquetas verdes verificadas y no verificadas.

 

Es en este aspecto donde las ecoetiquetas tipo 2 pueden presentar alguna sombra en cuanto a su fiabilidad. Al fin y al cabo, no dejan de ser “autodeclaraciones” en las que es el propio fabricante el que informa sobre su producto, ya sea mediante textos o gráficos. El gran problema para el consumidor es aprender a distinguir entre el gran número de ecoetiquetas existentes e informarse sobre las más fiables.

 

Ecoetiquetas y greenwashing

 

La tendencia cada vez mayor de los consumidores hacia un consumo más responsable y sostenible supone un reto y una oportunidad para las empresas, que pueden potenciar la demanda de productos con menores impactos ambientales por medio de estas ecoetiquetas.

 

Sin embargo, en el caso de las autodeclaraciones ambientales es posible encontrarse afirmaciones que no pueden ser verificadas. El 53% de los consumidores encuestados por la Organización de Consumidores y Usuarios de España (OCU) opina que algunas etiquetas son simplemente una estrategia de marketing para aprovechar la mayor sensibilidad de los ciudadanos hacia los temas de sostenibilidad.

 

Por otra parte, distintos expertos denuncian que un exceso de sellos y etiquetados ambientales (según la OCU, existen más de 450 ecoetiquetas en el mercado) dificultan la comprensión de su auténtico significado por parte del consumidor.

 

También hay que tener en cuenta que una ecoetiqueta en un envase puede hacer referencia a distintas partes del producto. Puede referirse exclusivamente al envase, pero también al envase y al contenido mediante una certificación relativa a ambos, lo que también puede inducir a confusión.

 

Un informe, realizado por Ibohe y Ecoembes, Diagnosis ambiental y ecoetiquetas, concluye que “el hecho de que dos productos similares dispongan de la misma ecoetiqueta no permite identificar cuál de ellos tiene un mejor comportamiento ambiental a lo largo de su ciclo de vida”. Y aclara: “Un producto con ecoetiqueta implica el cumplimiento de determinados criterios ambientales preestablecidos”. Este informe ha servido de base para una formación online accesible, un curso de ecoetiquetado medioambiental para las empresas que forman parte de Ecoembes.

 

 

formación para empresas

 

 

Presente y futuro de las ecoetiquetas

 

Entender las ecoetiquetas supone un reto y una tarea complicada para el consumidor. La experiencia indica que algunas de estas etiquetas se han consolidado entre los consumidores, como las referidas a la eficiencia energética o las del sector de automoción, por la obligación de declarar las emisiones de dióxido de carbono (CO2). Sin embargo, otras no han llegado a calar del todo en el consumidor por la sobreabundancia existente en la actualidad.

 

El sector alimentario es, sin duda, uno de los que más preocupan al consumidor medio europeo. De ahí el gran número de etiquetas y declaraciones sobre el carácter ecológico de numerosos productos en los estantes de los supermercados.

 

En ese sentido, hay que tener presente que el sector alimentario es muy amplio y diverso, y que en él confluyen distintas necesidades y variantes de impactos ambientales. Por esta razón, uno de los grandes retos a los que se enfrenta esta industria es precisamente encontrar un sistema de etiquetado unificado con criterios estrictos que ofrezca las máximas garantías al consumidor. Para ayudar a lograrlo, la Comisión Europea ha propuesto un marco de etiquetado sostenible en 2024 que cubra aspectos nutricionales, climáticos, ambientales y sociales de los productos alimenticios producidos y consumidos en el continente. Conoce más información sobre la normativa de etiquetado de los alimentos.

 

Otros tipos de etiquetas

 

Existen otros tipos de símbolos que también aparecen en los envases, vinculados a otros aspectos más o menos reconocibles para el usuario:

 

  • Alimentación ecológica: normalmente para productos vegetales y animales que cumplan la normativa europea. Las hay comunitarias, como ocurre con la de “Agricultura ecológica”, o nacionales, como “AB – Agricultura Ecológica” de Francia o “Eko” de Holanda.

 

  • En España, y otros países europeos, el triángulo de Moebius identifica los envasadores y productores que pagan el Punto Verde para la recogida selectiva de envases y embalajes, ya sean de papel, cartón, plástico o vidrio.

 

  • Peligrosidad: la industria química debe utilizar en Europa una serie de pictogramas que informan de la toxicidad y peligrosidad de sus productos, como las pinturas, productos de limpieza, etc.

 

  • Energía: existen ecoetiquetas en las que se certifica la eficiencia energética de los electrodomésticos. Los fabricantes están obligados a aportar esta información, por lo que se puede exigir si no aparece en el producto. Asimismo, la industria del automóvil en España tiene también que informar mediante una etiqueta del consumo de combustible y las emisiones de CO2 de los turismos.

 

 

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