La pirámide es una figura a la que, por sus características morfológicas, se recurre con frecuencia para representar visualmente un listado de conceptos complejos que están asociados a una jerarquía o clasificación por niveles. Desde la célebre pirámide de Maslow, en la que el psicólogo norteamericano sitúa las necesidades humanas, hasta las distintas pirámides alimentarias, que encuadran los distintos grupos de alimentos, son muchos los ejemplos de gradaciones organizadas de forma piramidal.
El mundo de los residuos también dispone de su propia pirámide, que sirve para representar la llamada jerarquía de residuos, un orden de preferencia en las posibles acciones y los distintos tratamientos a realizar con los residuos que producimos y que sirve de guía a administraciones, empresas y particulares en la gestión de los mismos. Estas son sus principales características:
¿Qué es la jerarquía de residuos?
La jerarquía de residuos parte de una premisa elemental y aplicable a casi todas las actividades humanas: en la vida hay que tomar decisiones, hay que establecer prioridades; hay que elegir. Y en el caso concreto de la jerarquía de residuos, esas prioridades vienen marcadas por aquellas acciones que más pueden contribuir a la protección del medioambiente y al impulso de la economía circular. Así, la jerarquía de residuos ofrece un itinerario ordenado de mayor a menor en cuanto a preferencias, de tal manera que las opciones preferentes se encuentran en la base y zonas bajas de la estructura, y las menos deseables en la cúspide y escalones superiores.
¿Para qué sirve la jerarquía de residuos?
La jerarquía de residuos permite obtener el máximo rendimiento de la ecuación utilidad del producto/residuo que produce ese producto, de manera que el primer elemento de la ecuación alcance los mayores niveles posibles y el segundo se reduzca a su mínima expresión. Una adecuada aplicación de la jerarquía de residuos puede producir numerosos beneficios tanto medioambientales (prevención de emisiones nocivas, reducción de los niveles de contaminación, mejor gestión de los recursos naturales), como económicos (ahorros, mejor reputación, creación de empleo) para las empresas y la comunidad.
Origen de la jerarquía de residuos
Ya en 1975, la Directiva Marco de Residuos de la Unión Europea (1975/442/CEE) se refirió por primera vez al concepto de jerarquía de residuos, introduciendo así el término en la política europea de residuos.
Hay quien, sin embargo, prefiere fijar su origen en el año 2000, en Japón, cuando el país asiático puso en marcha su política de las 3R (Reducir, Reutilizar, Reciclar), presentada en sociedad en 2004 durante la cumbre del G8. El objetivo de aquella iniciativa (que ha llegado hasta nuestros días, aunque hoy se prefiere hablar de ‘7R’), era promover una cultura de reciclaje que incluyera en su enfoque tanto a consumidores como a productores.
En 2008, la Unión Europea, por medio de la Directiva 2008/98/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 19 de noviembre, actualizó el concepto con una nueva jerarquía de residuos en seis etapas y el mandato de que esta fuera incorporada a las legislaciones nacionales de gestión de residuos de los estados miembros. La política marcaba un orden de prioridad para el tratamiento de residuos «con el ánimo de transformar la Unión Europea en una sociedad del reciclado y contribuir a la lucha contra el cambio climático». A un nivel más conceptual, Europa apostó por la jerarquía de residuos como un instrumento normativo que permitiera romper con la dinámica, asentada desde hacía muchas décadas en las economías continentales, que relacionaba de manera directa crecimiento económico y generación de residuos.
La jerarquía de residuos en la actualidad
En la actualidad, se prefiere hablar de una jerarquía de residuos de cinco niveles. Son los siguientes:
1. Prevención/minimización. Parte de la idea de que el mejor residuo es el que no llega producirse. Es la cúspide de la pirámide y se compone del conjunto de medidas adoptadas en las etapas de concepción y diseño (ecodiseño), producción, distribución y consumo de un producto con el fin de evitar la producción de más residuos de los estrictamente necesarios, evitando así los impactos adversos en el medio ambiente asociados a estos, así como un excesivo consumo de recursos energéticos y materias primas.
En este sentido, cabe apuntar que evitar la producción total de residuos es prácticamente imposible. No solo eso, sino que conseguirlo, con la tecnología que existe hoy, resultaría tan costoso que el efecto sería contraproducente y, paradójicamente, más dañino para el medio ambiente que mantener un cierto nivel de residuos –que, por otra parte, como se verá más adelante, pueden tener una utilidad si se gestionan adecuadamente–. Sin embargo, lo que sí es posible es reducir esa cantidad de residuos generados y sus efectos a unos niveles mínimos o moderados que sí consigan mejoras medioambientales significativas.
2. Reutilización. Consiste en la comprobación, limpieza o reparación de productos o componentes de productos que ya se hayan convertido en residuos porque han alcanzado el final de su vida útil. El objetivo es que puedan ser reutilizados, ya sea en su función original o en otra distinta, sin necesidad de realizar en ellos grandes transformaciones al margen de las señaladas.
3. Reciclado. Supone la valorización (cualquier operación por medio de la cual un residuo sirve a una finalidad útil, por ejemplo, sustituir a otros materiales o materias primas primarias) de los residuos de manera que estos son transformados en nuevos materiales, productos o sustancias para darles así una segunda vida y reintroducirlos en el mercado.
4. Recuperación. Este nivel incluye otro tipo de valorizaciones como la energética o la transformación de residuos en materiales que se vayan a utilizar como combustibles o para operaciones de relleno.
5. Eliminación. Es el último recurso. Incluye toda una serie de técnicas y tratamientos fisicoquímicos, biológicos y térmicos (por ejemplo, la incineración).
¿Cómo se organizan los residuos?
Los residuos son los desechos generados en hogares, establecimientos de restauración, comercios y empresas en general, a raíz de su actividad diaria. Estos residuos tienen que ser tratados adecuadamente para que no impacten negativamente en el medioambiente.
¿Cómo se clasifican los residuos? Tipos
En el caso de los residuos urbanos, las personas tienden a clasificarlos según su material, ya que es la diferenciación que se hace para tirarlos en los contenedores. Sin embargo, existen más tipos si atendemos a su capacidad de degradación o a su origen.
La clasificación más común es por el material que origina. Es decir, por su composición. Pueden ser:
- Residuos biodegradables procedentes de limpiar, cocinar, jardines, parques…
- Plásticos. Por ejemplo, bolsas, cubiertos desechables, botellas…
- Papel y cartón. Como revistas, embalajes, periódicos, cajas…
- Cristales: los ejemplos más comunes son botellas, vajilla de cristal, perfumes y frascos, espejos, cristales y jarrones.
- Textiles: Camisetas, zapatillas, pantalones…
- Metales: Tapas de bote de cristal, latas de conserva…
- Residuos electrónicos. Aquellos productos tecnológicos o electrónicos como televisiones, móviles, electrodomésticos…
- Aceites utilizados para cocinar, al punto limpio.
- Medicamentos, materiales sanitarios y de aseo: tiritas, compresas, guantes, mascarilla, cepillos de dientes…
Según su biodegradabilidad tenemos dos tipos: residuos orgánicos e inorgánicos.
Los orgánicos son aquellos que se degradan para convertirse en materia orgánica. En los hogares se recicla a través del contenedor marrón. Algunos ejemplos son: restos de comida, huesos, cáscaras de verduras, frutas y huevo, pasto o flores, entre otros.
Por su parte, los residuos inorgánicos son los que tardan mucho tiempo en degradarse. Dentro de esta clasificación se incluyen residuos textiles, cartones y papel, plásticos, metales, vidrio, etc.
Otras clasificaciones de residuos pueden ser por su naturaleza física, es decir, seca o húmeda, por los riesgos que puede producir (si son o no peligrosos) o por su origen (domiciliarios, comerciales industriales, hospitalarios, informáticos o de construcción, entre otros).
Jerarquía de residuos en la legislación española
En España, la Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular recoge y desarrolla ampliamente el concepto de jerarquía de residuos.
Todo el artículo 8 de la Ley está dedicado a jerarquía de residuos. En su primer punto especifica que «las autoridades competentes, en el desarrollo de las políticas y de la legislación en materia de prevención y gestión de residuos, aplicarán para conseguir el mejor resultado medioambiental global, la jerarquía de residuos por el siguiente orden de prioridad»:
- Prevención
- Preparación para la reutilización
- Reciclado
- Otro tipo de valorización, incluida la valorización energética
- Eliminación
Además, en su punto 2, señala que «para la aplicación de la jerarquía de residuos, las autoridades competentes deberán usar instrumentos económicos y otras medidas incentivadoras, como las que se relacionan en el anexo V».
Dicho anexo V incluye distintos ejemplos de instrumentos económicos y otro tipo de medidas destinadas a incentivar la aplicación de la jerarquía de residuos. Entre ellos:
- Tasas y restricciones aplicables a las operaciones de depósito en vertederos e incineración de residuos que incentiven la prevención y el reciclado de residuos, manteniendo el depósito en vertederos como la opción de gestión de residuos menos deseable.
- Sistemas de pago por generación de residuos (‘pay-as-you-throw’) que impongan tasas a los productores de residuos según la cantidad real de residuos generados y proporcionen incentivos para la separación en origen de los residuos reciclables y para la reducción de los residuos mezclados.
- Incentivos fiscales a la donación de productos, en particular alimentos.
- Regímenes de responsabilidad ampliada del productor para diferentes tipos de residuos y medidas para aumentar su eficacia, su rentabilidad y su gestión.
- Sistemas de depósito y devolución y otras medidas para incentivar la recogida eficiente de productos y materiales usados.
- Correcta planificación de las inversiones en infraestructura de gestión de residuos, en particular a través de fondos de la Unión.
- Contratación pública sostenible para incentivar una mejor gestión de los residuos y el uso de productos y materiales, reutilizados, preparados para la reutilización y reciclados, así como la reparación de los productos.
- Supresión progresiva de las subvenciones que no son compatibles con la jerarquía de residuos.
- Uso de medidas fiscales o de otros medios para promover la utilización de productos y materiales preparados para su reutilización o reciclado.
- Apoyo a la investigación y la innovación en el diseño y desarrollo de productos para que tengan en cuenta todo el ciclo de vida de forma que sean reciclables, reparables, reutilizables y actualizables, y de tecnologías y procesos que minimicen la producción de residuos; así como en tecnologías de reciclado avanzadas y refabricación.