Envases activos, lo último (o penúltimo) en packaging alimentario

La innovación tecnológica aplicada al packaging de la industria alimentaria no deja de derribar barreras a medida que cambian los gustos y las necesidades de los consumidores. Ya hablamos de la incorporación de las etiquetes inteligentes ,pero  en ese proceso imparable, las nuevas tendencias avanzan hacia un horizonte de envases cada vez más seguros, prácticos, cómodos de transportar, almacenar y consumir, más respetuosos con el medio ambiente y que aportan valor añadido tanto al usuario final como al resto de agentes implicados en la cadena de valor. Una de las últimas conquistas en esta frenética carrera de innovación aplicada al envasado de alimentos es una figura de la que ya hemos hablado en alguna ocasión en TheCircularCampus, pero que hoy abordaremos en mayor profundidad: nos adentraremos en el mundo de los envases activos.

 

¿Qué son los envases activos?

Según el reglamento europeo (CE) n.º 450/2009, los sistemas de envasado activo son aquellos que están diseñados para “incorporar deliberadamente componentes que liberan o absorben sustancias en o desde el alimento envasado o el entorno que rodea al alimento”. En otras palabras, los envases activos responden a un tipo de packaging que incorpora al envase algún elemento secundario, normalmente una sustancia o un componente activo, para que al interactuar con el alimento tenga un efecto beneficioso sobre el mismo.

 

El objetivo de este tipo de envasado activo es preservar (e incluso mejorar) la seguridad alimentaria, las propiedades sanitarias y nutricionales del producto, a la vez que se consigue mejorar su conservación e incrementar su vida útil. Todo ello, sin afectar a la calidad final: se trata de un ‘3×1’ del que se benefician tanto los fabricantes, como las empresas comercializadoras y los consumidores.

Tal y como sucede con los llamados ‘envases inteligentes’, que aportan al producto una carga de información valiosa para el usuario, los envases activos suponen una evolución en la propia concepción del envase convencional. Con este tipo de packaging no pasivo, las diferencias entre continente y contenido del producto quedan, en cierta medida, diluidas. Así, el envase deja de ser un mero contenedor o accesorio inevitable para convertirse en coprotagonista del acto consciente de fabricación, conservación y consumo de alimentos envasados, además de en un componente más del propio alimento.

 

Cómo funcionan los envases activos

 

Los envases activos incorporan elementos que liberan sustancias o componentes activos en los alimentos o bien los absorben de ellos. Estos elementos, al interactuar con el alimento, producen un efecto beneficioso sobre el mismo.

 

Mecanismos de envasado activo

 

Las tecnologías juegan un papel destacado en el funcionamiento de los envases activos. Existen dos mecanismos de actuación de un envase activo. El primero consiste en introducir el elemento activo en el interior del envase junto con el producto, por ejemplo, en un segundo envase como una bolsa, un sobre o una etiqueta. Este segundo envase libera la sustancia en el interior del recipiente principal para que actúe sobre el alimento. El segundo mecanismo consiste en incorporar el elemento activo en el propio material del envase, para lo cual se emplean distintas técnicas como la extrusión, la laminación o la impresión.

 

Elemento activo en el interior del envase

 

En este caso, el elemento activo se encuentra en el interior de un segundo contenedor como una bolsa, una etiqueta contenedora o un sobre. Existen numerosos ejemplos de este tipo de envases activos, como los deshumidificantes, que se usan para controlar la humedad ambiental dentro del envase. Es el caso del gel de sílice, que se suele introducir en un sobre o blíster dentro del packaging. El sistema de bolsitas en el interior del envase principal también se utiliza con los eliminadores de etileno, cuya misión es retrasar la descomposición de los alimentos. Lo mismo sucede con los emisores de CO2, que reaccionan expulsando CO2 en la atmósfera del envase cuando el alimento comienza a expulsar líquido, lo que previene el crecimiento de microbios.

 

Elemento activo integrado en propio envase

 

En este caso, el elemento está integrado en el propio envase, algo que suele ser preferido por el consumidor, ya que no encuentra elementos extraños dentro del mismo. Un ejemplo de este tipo de envases son los emisores de antioxidantes para prevenir la oxidación lipídica de los alimentos. Estos emisores de antioxidantes se suelen introducir en alguna de las capas del material del envase (como LDPE), ayudando así a que el alimento se conserve en buen estado durante más tiempo.

 

Clases de envases activos

Existen distintos tipos de sistemas de envases activos en función del tipo de interacción que mantiene con el alimento que contienen.

 

Envases Absorbentes

Llamados así porque absorben y neutralizan gases que pueden afectar negativamente a la maduración del producto y, por tanto, acortar su vida útil. Actúan sobre gases como el oxígeno, el dióxido de carbono o el etileno, en la humedad o los exudados y también eliminan olores desagradables, adecuados para los productos frescos.

 

Envases Emisores

Siguen el proceso inverso a los absorbentes: los envases liberan una serie de sustancias que, al entrar en contacto con el alimento, sirven para protegerlo y preservarlo. Las principales son: antimicrobianos, enzimas, aditivos o antioxidantes.

 

Envases Reguladores de temperatura

Poseen la capacidad de controlar la temperatura de los productos. Son envases “autoenfriables” o “autocalentables”, es decir, proporcionan al usuario la autonomía para consumir el producto en cualquier momento y con independencia de donde se encuentre, ya que no necesita recurrir a un frigorífico o a un microondas para que el alimento alcance la temperatura adecuada para su ingesta.

 

Sistemas que regulan el entorno gaseoso del producto envasado

Se basan en el control del dióxido de carbono, oxígeno, humedad, aroma, etileno o presión.

 

Tecnologías de los envases activos

Las tecnologías que permiten integrar componentes activos en los envases para que interaccionen con el alimento son relativamente recientes y alcanzan, en algunos casos, altos niveles de sofisticación.

 

Algunos envases emisores, por ejemplo, están equipados con indicadores que alertan del deterioro o la falta de frescura de productos como frutas, verduras o vegetales frescos. Algo que se consigue, entre otros sistemas, mediante la detección de los metabolitos volátiles producidos por el envejecimiento de los alimentos. De esta manera, se minimiza el riesgo de intoxicación y se reduce el desperdicio de alimentos.

 

También son reseñables los avances logrados en cuanto a la forma de introducir las distintas sustancias en los envases. Por ejemplo, existen dos métodos diferentes en función de si los envases se encuentran separados del producto –en el interior de un segundo envase, un sobre o en una etiqueta contenedora–, o si se han incorporado directamente al material del que está fabricado el envase activo.

 

Efectos de los envases activos

Los envases activos se utilizan para tratar de evitar o retrasar efectos perniciosos en la conservación de los alimentos. En este sentido, cada tipo de alimento tiene su propio factor de riesgo que es necesario contrarrestar. Estos son algunas de sus principales efectos:

 

  • Absorción de oxígeno. Sirve para detener la oxidación e inhibir el crecimiento microbiano.
  • Eliminación de etileno. Prolonga la vida útil de los productos al ralentizar el proceso de maduración y la degradación de los alimentos.
  • Emisión de antimicrobianos y/o de dióxido de carbono. Previenen el desarrollo de microorganismos.
  • Componentes antihumedad. Absorben los líquidos que se escurren de los alimentos, lo que prolonga la vida útil del producto.
  • Componentes activos en el propio envase. Disminuyen los efectos del deterioro por el crecimiento microbiano, la oxidación o la maduración incontrolada.
  • Nanomateriales antimicrobianos. Son una de las últimas apuestas en materia de envases activos y son altamente efectivos para evitar problemas potencialmente graves para la salud como los derivados de la listeria, la salmonela o el Escherichia coli.
  • Especias, aceites esenciales, enzimas y polímeros. Estas sustancias impiden el crecimiento del moho en los alimentos.

 

Ventajas de los envases activos

Entre las ventajas que aportan los envases activos destaca la ya mencionada capacidad para mejorar las condiciones sanitarias y de seguridad de los alimentos, un factor que en la actualidad tiene un gran peso en la lista de prioridades de los consumidores a la hora de decantarse por una determinada marca o producto.

 

La mayor durabilidad de los alimentos que ofrece este tipo de envasado es la otra característica que lo hace especialmente interesante. Un rasgo que entronca directamente con la economía circular, ya que, no solo permite al usuario ahorrar en la cesta de la compra, sino que contribuye a paliar uno de los grandes problemas a los que se enfrentan las sociedades avanzadas: el desperdicio de alimentos. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en 2020 se desperdiciaron en España 1.363 millones de kilos de comida, de los cuales 1.038 millones correspondieron a productos que no llegaron a utilizarse.

Por último, los envases activos también tienen un efecto estético en el aspecto de los alimentos. Productos que, al mantener por más tiempo sus propiedades y frescura, conservan mejor su color, aroma y sabor, y tienen, en general, una apariencia más atractiva, lo que provocan una mejor respuesta y mayor confianza en el consumidor.

Ejemplos de envases activos

¿Y cómo se traduce esto en la vida real? Ninguna innovación, por disruptiva y diferencial que sea, va muy lejos si no acaba materializándose en un producto real que termine en las manos (y en este caso, en las bocas) de los consumidores. En el terreno de los envases activos existen ya numerosos ejemplos en el mercado del packaging que se rebelan contra su condición de mero contenedor.

 

Hablamos de productos como la bandeja Pitufo, una creación de la empresa Flexomed que a simple vista parece una caja de fruta de cartón normal y corriente, pero que en realidad cuenta con una tecnología que le otorga propiedades antibacterianas y de absorción de etileno, lo que retrasa la maduración del tomate y reduce un 30% el desperdicio del producto. Sin salir del entorno de las frutas y verduras, otra caja, en este caso fabricada por Newfresh, libera vapores de aceites esenciales con actividad antioxidante y antimicrobiana que actúan frente a hongos y otros microorganismos y patógenos. De esta manera se protege al producto frente a las alteraciones microbianas, manteniéndolo fresco durante más tiempo.

 

En España, uno de los desarrollos más interesantes llega de la mano de Easyfruit, un proyecto que cuenta con la financiación de la Unión Europea a través del 7º Programa Marco. Se trata de un envase activo que permite alargar la vida útil de la fruta pelada y cortada. Concretamente, extiende la durabilidad de las naranjas y las piñas desde los siete días de los envases convencionales hasta 9 y 12, respectivamente.

¿Le encantan los zumos, pero prefiere evitarlos por su alto contenido en azúcar? La solución a su dilema podría encontrarse en uno de los envases activos más originales del mercado. The Right Cup es un envase (básicamente, una taza) dotada de sustancias volátiles de zumos de frutas encapsuladas que trasladan al agua un cierto aroma de fruta. En otras palabras, le dan al usuario la sensación de que está consumiendo un zumo cuando en realidad solo está ingiriendo agua normal. Otro de los rasgos que hace especial a este producto es que está dirigido directamente al consumidor final, de manera que el producto es el propio envase.

Otros envases en los que el consumidor juega un papel importante –puesto que es el responsable de activar conscientemente sus propiedades– son los envases que enfrían o calientan el producto antes de su consumo. Entre ellos podemos citar a West Coast Chill, un envase autoenfriable de la compañía norteamericana Joseph Company International que está equipado con un botón de activación que permite bajar 30°C la temperatura de la bebida en unos pocos minutos sin necesidad de recurrir al hielo o a la refrigeración. Por otro lado, en el apartado de los envases autocalentables, encontramos a 2GO, de Fast Drinks. Se trata de una lata que consta de tres depósitos que contienen, respectivamente, el producto, sales de calcio y agua. Si se presiona la base de la lata, las sales de calcio y el agua se mezclan, produciéndose una reacción química que calienta el producto en menos de 3 minutos y mantiene el calor durante más de 20.

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