La huella que los seres humanos dejamos en el medio ambiente derivada de nuestras actividades, tanto en el ámbito privado como en el público, es un problema de dimensiones inquietantes. Los científicos han acuñado el término ‘Antropoceno’ para referirse a la actual era geológica, caracterizada, precisamente, por esa influencia negativa y más que visible de la humanidad en los ecosistemas del planeta. El diagnóstico es claro: la mayoría de los países consumen más recursos de los que pueden producir. Entre ellos España, que en 2021 registró una huella ecológica de 4 sobre una biocapacidad de 1,2. En otras palabras: harían falta 3,3 países como España para satisfacer sus necesidades. Una de las consecuencias de este sobreconsumo de recursos naturales es que cuanto mayor es este, más residuos se generan y mayor es su impacto ambiental. Para luchar contra este impacto, ha surgido un movimiento mundial bajo el nombre de Zero Waste (Residuo Cero). Esta iniciativa persigue, si no hacer que los residuos desaparezcan en su totalidad –es prácticamente imposible–, sí acercarse lo más posible a ese objetivo.
Historia del residuo cero
El movimiento Residuo Cero es relativamente reciente. En 1985 la ciudad australiana de Camberra promulgó una ley bajo el eslogan de «ningún desecho en el 2010». También San Francisco puso en marcha durante los años 90 un ambicioso plan para reducir a la mitad sus residuos urbanos. Sin embargo, no fue hasta 2013 cuando la activista francesa publicó el libro Zero Waste y dio inicio a un movimiento que es hoy es mucho más que un parámetro medioambiental cuantificable; es toda una filosofía de vida.
¿En qué consiste el residuo cero?
Residuo cero es una metodología que tiene el objetivo de que los bienes y alimentos que la ciudadanía consume no acaben en la naturaleza como basura.
Residuo cero no trata de evitar que se generen desperdicios. Lo que realmente persigue es el establecimiento de procesos para que esos desechos puedan ser reutilizados de nuevo, fomentando un consumo responsable basado en la circularidad.
Residuo cero se articula a través de una serie de medidas encaminadas a reducir lo más posible la cantidad de desperdicios cuyo destino final es el vertedero o la incineración. O lo que es lo mismo, aquellos residuos cuyo destino final es perjudicar al planeta. Sin embargo, antes que cualquier otra cosa, Residuo cero es un cambio de mentalidad que supone desechar la creencia de que todo residuo es inútil y debe ser eliminado. En su lugar, este movimiento propone un planteamiento que lo que busca es la recuperación de esos residuos para darles una segunda vida. De esta forma, se quiere reducir la huella ambiental al tiempo que se contribuye a combatir la contaminación en el agua, en el suelo y en el aire.
Algunas de esas claves de Residuo cero pasan por reducir el consumo de todo aquello que no sea estrictamente necesario; en reutilizar para dar una segunda vida a esos supuestos materiales de desecho y en reciclar. Las 3Rs.
Agentes implicados
Son diversos los agentes implicados en este objetivo del residuo cero: empresas, instituciones, ciudadanos… En el caso de estos últimos, cada vez más son las personas convencidas de la necesidad de modificar los hábitos de consumo hacia un consumo más responsables y sostenibles. Valorar el impacto ambiental y social de cada producto, evitar embalajes innecesarios o apostar por el comercio de proximidad son algunas de las medidas para lograr el cambio.
No solo es cuestión del plano individual. En el caso de las empresas, crece su compromiso medioambiental a través de políticas activas para la reducción de residuos por medio de su valorización. En ese terreno, la colaboración público-privada, como la desarrollada en España a través de Sistemas Integrados de Gestión (SIG) como Ecoembes en relación a la recogida selectiva para su posterior reciclaje de residuos envases ligeros, papel y cartón, es uno de los ejes en torno a los cuales giran las estrategias de economía circular y residuo cero.
Residuo cero en entornos urbanos
Los entornos urbanos son, posiblemente, en los que el movimiento Residuo Cero ha calado con más fuerza. Numerosas ciudades se han inspirado en este modelo a la hora de perseguir un ambicioso objetivo dentro de su política ambiental municipal. San Francisco, una de las grandes urbes pioneras en este aspecto tiene previsto alcanzar en este año 2022 la meta del Residuo Cero. No es la única. La ciudad canadiense de Vancouver aprobó en 2018 el plan Zero Waste 2040; San Diego, redujo el 75% de los residuos que se envían a los vertederos en 2020 y aspira a llegar, sucesivamente, al 90% en 2035 y al 100% en 2040. Auckland, en Nueva Zelanda, también se marca la fecha del 2040 como deadline para eliminar completamente sus residuos.
En España destaca el caso de la provincia de Guipúzcoa, que desde 2011 logró reducir, en tan solo cinco años, un 50% sus residuos. Algunos municipios, como Hernani, llegaron incluso hasta el 90%. Otro ejemplo nacional es la isla de Formentera, que generó un 26,6% menos de residuos en 2020 respecto al año anterior, convirtiéndose también en el primer municipio español en adherirse al Programa de Certificación Municipio Residuo Cero.
Ventajas del residuo cero
Si los residuos son gestionados de forma adecuada pueden pasar a convertirse en recursos, lo cual facilita el ahorro de materias primas. Este ahorro tiene efectos positivos sobre la conservación de los recursos naturales y los ecosistemas.
La contaminación es uno de los grandes problemas a los que se enfrentan unas ciudades cada vez más pobladas (las estimaciones hablan de que el 70% de la población mundial vivirá en ciudades en 2050). Un problema que, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es responsable de 7 millones de muertes cada año y que también puede ser atajado a través de estrategias de residuo cero.
En el plano económico, las empresas también pueden obtener sustanciales ventajas como ahorros en la adquisición de materias primas, optimización sus procesos o una disminución de los costes derivados de la gestión de residuos al reducirse estos, además del importante factor reputacional que para ellas supone la aplicación de criterios ambientales a sus políticas.
¿Cómo generar residuo cero?
El primer paso para generar residuo cero es que empresas y ciudadanos reflexionen sobre si realmente necesitan todo lo que utilizan para sus actividades diarias. Un ejemplo común son las bolsas de plástico de los supermercados. ¿Realmente sería necesario su uso si el consumidor llevara su propia bolsa de tela o mochila para transportar su compra?
El segundo paso sería tratar de reutilizar. La tecnología reacondicionada es un buen ejemplo. Se trata de dispositivos electrónicos que han sido desechados, y que son reparados y puestos de nuevo a la venta, evitando los efectos contaminantes que podría tener la fabricación de ese mismo elemento desde cero.
El tercer paso para generar residuos cero sería reciclar. Si ciudadanos y empresas no pueden reducir el consumo, ni pueden reparar o reutilizar un determinado bien, deben entonces iniciar su proceso de reciclaje, haciendo uso de Puntos Limpios y de los contenedores adecuados para cada tipo de residuo.
La certificación Residuo Cero
En España la búsqueda del residuo cero tiene su reconocimiento a través de la certificación ‘Residuo Cero’. A través de este sello, AENOR acredita a aquellas organizaciones que valorizan sus fracciones de residuos y apuestan por la economía circular. Se trata de una forma de reconocer a las compañías que invierten en una gestión que permita preparar sus desechos para ser reutilizados o transformados en otras materias primas.
La certificación tiene dos niveles: las empresas que demuestren una valorización de más del 90% de sus residuos obtienen el certificado Residuo Cero. En un segundo nivel, aquellas que valorizan entre el 60 y 90% obtienen el certificado Hacia Residuo Cero.
Además de permitir a las organizaciones adelantarse a las novedades legislativas que llegan por medio de la Ley de Residuos y Suelos Contaminados o las Directivas de la Unión Europea, estas certificaciones sirven de apoyo a las compañías que quieren ser referentes en promover un aprovechamiento sostenible, responsable y eficiente de los residuos generados para que puedan ser reintegrados en el sistema productivo.
Ejemplos de empresas comprometidas con el residuo cero
CAPSA Food (Centra Lechera Asturiana, Larsa, ATO entre otras marcas) fue la primera empresa láctea española en recibir el certificado Residuo Cero de Aenor en 2021. Más del 90% de sus residuos se valorizan un 95%, dándoles una segunda vida y transformándolos en fertilizantes, gas de origen renovable y nuevos materiales para otros procesos.
También Aquaservice ha obtenido la certificación Residuo Cero en sus centros de producción ubicados en manantiales de Camporrobles y Cogollos de Guadix, valorizando más del 90% de sus residuos.
Por su parte, la empresa agroalimentaria PROSOL fue la primera empresa del sector en recibir en 2018 la acreditación de Residuo Cero. Dicha certificación ha sido renovada en 2022 por Aenor. En su caso, el 96% de los residuos generados durante el proceso de producción de su café -más de 13 millones de tazas diarias con destino a más de 30 países- disfrutan de una segunda vida.
¿Qué significa Zero Waste to Landfill?
Se trata de un concepto acuñado por diferentes empresas. Landfill es ‘vertedero’ en inglés, y lo que se busca es que la empresa, en su proceso de producción, envíe cero residuos a vertedero, promoviendo la reutilización de los desechos que genere su actividad.