La lucha planetaria contra el cambio climático es una contienda tan urgente como compleja, ya que se libra en distintos frentes y de manera simultánea: reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, gestión de residuos, conservación de la biodiversidad, consumo responsable, optimización de los recursos naturales o transición energética son distintas caras de ese poliedro que constituye la sostenibilidad, cada una de ellas con sus peculiaridades, dificultades y prioridades.
Sin embargo, siendo todas estas facetas cuestiones distintas que requieren de sus propios enfoques, están íntimamente interrelacionadas entre sí, lo cual abre interesantes posibilidades para tratar de alumbrar soluciones que las engloben a todas o, al menos, a varias de ellas simultáneamente, muy en la línea de los pronunciamientos de la economía circular. Una de esas soluciones es la valorización energética.
Qué es la valorización energética
La valorización energética es un proceso mediante el cual residuos que no pueden ser reciclados o reutilizados son transformados en energía. Se trata de una solución doblemente positiva, ya que no solo rescata residuos que acabarían en vertederos, otorgándoles una segunda vida que de otro modo no tendrían, sino que los convierte en un recurso como es la energía en forma de electricidad o calor.
El proceso de conversión de residuos en energía de residuos se efectúa mediante diferentes métodos como la gasificación, la pirólisis o la incineración controlada de los mismos en plantas especializadas. Estas, según datos de la Asociación de Empresas de Valorización Energética de Residuos Urbanos (AEVERSUS) trataron 2.544.408 toneladas de residuos no reciclables en el año 2022, con los que se logró producir 1.790.711 de energía MWh, el equivalente para abastecer a aproximadamente 500.000 viviendas.
Fundamentos legales de la valorización energética
Distintas normas, tanto a nivel europeo como nacional, hacen referencia a la valorización energética como una de las vías para gestionar los residuos. Una de las más determinantes en este aspecto, la Directiva 2008/98/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 19 de noviembre de 2008 sobre los residuos, introduce un concepto clave que ha marcado el rumbo de todas las normas sobre residuos promulgadas en el continente a partir de ese momento: el principio de jerarquía de residuos. Este instrumento resulta fundamental para disociar la relación existente entre el crecimiento económico y la producción de residuos. Dicha jerarquía, según la norma europea, establece un orden de prioridad en las actuaciones en materia de residuos que sigue el siguiente esquema: prevención de residuos, preparación para la reutilización, reciclado, otros tipos de valorización incluida la energética y, por último, la eliminación de los residuos.
Este mismo principio de jerarquía de residuos es recogido en la legislación española por la Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular, en su CAPÍTULO II (Principios de la política de residuos y competencias administrativas), artículo 8, en el que se señala que:
«Las autoridades competentes, en el desarrollo de las políticas y de la legislación en materia de prevención y gestión de residuos, aplicarán para conseguir el mejor resultado medioambiental global, la jerarquía de residuos por el siguiente orden de prioridad:
Esta norma hace referencia a la valoración energética en otros apartados, como en su CAPÍTULO II, dedicado al impuesto sobre el depósito de residuos en vertederos, la incineración y la coincineración de residuos. En concreto, en su artículo 84 (naturaleza y finalidad) se señala que:
«1. El Impuesto sobre el depósito de residuos en vertederos, la incineración y la coincineración de residuos es un tributo de carácter indirecto que recae sobre la entrega de residuos en vertederos, instalaciones de incineración o de coincineración para su eliminación o valorización energética».
Beneficios ambientales y energéticos de la valorización energética
La valorización energética ofrece interesantes ventajas tanto desde el punto de vista ambiental como económico. En cuanto a los primeros, el principal es que reduce el número de residuos que acaba en vertederos, con lo que también se reduce la contaminación derivada de su descomposición. Un estudio del año 2021 realizado por G-Advisory, consultora del grupo Garrigues, concluye que la huella de carbono de la valorización energética es significativamente inferior que la asociada a la eliminación en el vertedero. Concretamente, destaca que las plantas de valorización energética generan unas emisiones de GEI de 377 kg CO2e / t y presentan un balance neto de 224 kg CO2e / t. Por su parte, los vertederos generan unas emisiones de GEI de 781 kg CO2e / t, un 107% más que la valorización energética, y cuentan con un balance neto de 772 kg CO2e / t, un 245% más que la valorización energética.
Por lo que se refiere a sus beneficios económicos, hay que partir de la base de que la diversificación de la energía es una solución positiva para las economías. En el caso de España, de manera especialmente acusada debido a su fuerte dependencia de la energía exterior (según las estimaciones de Eurostat, el 69,1% de la energía consumida en 2021 en nuestro país fue importada de otros países).
Tecnologías de valorización energética
Existen diferentes tecnologías de valorización energética. Éstas pueden dividirse dos grandes categorías: procesos biológicos y procesos térmicos. Los primeros aplican cuando el residuo tenga una fracción biodegradable significativa, mientras que los segundos son viables cuando el poder calorífico del residuo sea medio o alto. En general, los procesos de valorización energética más habituales son:
- Biometanización. Por medio de este proceso biológico, la materia orgánica se transforma en biogás gracias a la intervención de microorganismos en un entorno sin oxígeno. El biogás es una mezcla de gases, sobre todo, metano y dióxido de carbono, que se utiliza para generar electricidad y calor.
- Incineración, o combustión con exceso de oxígeno. Es una técnica tradicional que consiste en la combustión controlada de residuos a altas temperaturas. Se trata de un proceso térmico rápido en el que se opera una combustión completa de la materia por medio de la cual esta se oxida y se convierte en dióxido de carbono y agua.
- Pirólisis. Proceso térmico por medio del cual la materia orgánica se transforma en otros compuestos más fáciles de tratar. Consiste en la degradación térmica de un material a elevadas temperaturas (entre 300ºC y 800ºC) y en ausencia de oxígeno añadido. Los residuos más adecuados para ser valorizados mediante este sistema son papel, cartón, astillas de madera, residuos de jardín y algunos plásticos seleccionados.
- Gasificación. Mediante este sistema, se realiza una combustión parcial de la materia en presencia de cantidades de oxígeno inferiores a las requeridas estequiométricamente. De esta forma se produce un gas combustible (gas de síntesis), cuya composición varía según el residuo del que se trate y las condiciones de operación.
Tanto la gasificación como la pirólisis son tecnologías emergentes que resultan menos contaminantes y más eficientes desde un punto de vista energético que la incineración tradicional.
- Generación de plasma. El plasma es un estado de la materia formado a partir de un gas sometido a altas temperaturas y en el cual casi todos los átomos han sido ionizados. El proceso da como resultado un fluido formado por una mezcla de electrones, iones y partículas neutras libres.
Desafíos y controversias de la valorización energética
La valorización energética no está exenta de polémica y es objeto de frecuentes debates. Al fin y al cabo, si se sigue el citado principio de jerarquía de residuos, no deja de ser la segunda «peor» opción en cuanto a la gestión de residuos, solo por delante de la eliminación.
La huella ambiental de los propios procesos de valorización o la seguridad de sus plantas son también motivo de controversia. Respecto a la primera, desde AEVERSUS se recuerda que los exhaustivos controles medioambientales a los que están sometidas las plantas de valorización garantizan que sus niveles de emisión se mantengan siempre en niveles muy por debajo de los límites legales. La misma asociación asegura que este tipo de instalaciones son de las más vigiladas y controladas desde un punto de vista ambiental, por lo que su seguridad es máxima.
Una visión más imparcial pero igualmente positiva hacia la valorización energética la aporta la ONU a través de su Centro Internacional de Tecnología Ambiental. Un informe de esta entidad, en 2019, estimaba que la valorización energética puede reducir el desecho en vertederos hasta en un 90%.
Otra polémica que con frecuencia acompaña a esta figura es su supuesta «competición» con el reciclaje. En ella subyace el miedo a que el potencial económico de la valoración energética como vía para producir fuentes alternativas de energía limpia pueda acabar desviando a esta opción parte de los residuos inicialmente destinados al reciclaje. Los expertos no ven, sin embargo, en estas dos figuras, rivales, sino eslabones complementarios de una misma cadena en la que la reducción, la reutilización y el reciclaje siempre han de constituir la prioridad.
Perspectivas futuras y tendencias
La regulación europea claramente avanza hacia posiciones que priorizan una gestión de los residuos basada en las 7 R’s de la Economía Circular. Sin embargo, en un contexto de crisis energética, la valorización energética podría desempeñar un papel cada vez más relevante en la gestión integral de los residuos.
En España, de hecho, todavía hay mucho camino por recorrer en ese sentido. El estudio de G-Advisory advierte que, pese al incremento experimentado en la última década por la valorización energética, en España el porcentaje de los residuos urbanos que acaban en vertederos es todavía del 56,3%, frente al 9,9% destinado a la valorización energética.
Desde un punto de vista técnico, la mejora e integración de las distintas tecnologías de valorización energética hacia soluciones cada vez más sofisticadas e inocuas para el medio ambiente es una tendencia a seguir de cerca. Algo que posiblemente se plasme en nuevos avances en las metodologías de gasificación y pirólisis, así como en mejoras en la captura y almacenamiento de carbono durante sus procesos.
Por otra parte, la generación de energía limpia a partir de residuos sólidos es, en sí misma, una interesante línea de actuación y de negocio para las empresas, ya que ofrece una solución al problema de la dependencia energética española del exterior, al tiempo que ayuda a gestionar los residuos en consonancia con los objetivos de descarbonización marcados por Europa.